1.8.06

Destino: 8,90m


Bob Beamon nació en New York en 1946. Comenzó a correr en la Jamaica High School, que como su nombre índica, no era hogar de atletas adinerados, y mucho menos de tez oscura. Formaría parte de los equipos de atletismo de la Universidad de Texas y de Adelphi. Fue en esta última donde explotó, beneficiado por un mejor clima de acogida y realizando marcas de más de 8 metros con apenas 20 años.

Cuando llegaron los JJOO de México, Beamon era favorito al oro, pero no el único. Lynn Davies, Ralph Boston, e Ígor Ter-Ovanesyan; los tres medallistas de Tokio cuatro años antes ,partían con cierta ventaja. En realidad Beamon jamás volvería a competir a semejante nivel.

Cuando Bob comenzó la batida, lo hizo mal. Siempre lo hacía mal. Le costaba mucho coordinar los pasos hasta que estaba cerca de la arena. El viento soplaba ligeramente a favor lo que unido a la elevada altitud de Distrito Federal parecía dar un plus a su vuelo. Uno, dos, tres pasos. Impresionate. Qué vuelo! Llegó al límite de la arena. 10 centímetros más allá y el registro quedaría invalidado, al no poderse medir. 8,90. Había superado el anterior récord... en 55 centímetros. Bárbaro. Jamás se había pulverizado una marca de tal forma. Indescriptible e innesperado.

Beamon, se retiró poco después y no participó en más JJOO. Dicen que jamás pudo asimilar su éxito y que se frustraba al no aproximarse jamás a tal marca.

En 1991, en los mundiales de Tokio, Carl Lewis lo batió por un centímetro, pero en el salto siguiente Mike Powell lo dejo en 8,95 m. Dos proezas en una. 8,95m, esta sí que parece inalcanzable. Si no lo es, será tema para otro capítulo.